Escasas nubes en el cielo.
Fantástico observar bajo la luz del sol, color alegre intenso, la multiplicidad de colores en cada esfera voladora – algunas grandes y gordas, otras bien pequeñas…
Las burbujas revoloteaban en el patio del Cole.
Mientras tanto, una enorme cantidad de pequeños dedos trataban
de atraparlas.
Pero, como por magia desaparecían.
Entretanto, había otras burbujas audaces, parecía que habían
nacido con el deseo de explorar el infinito de la bóveda celeste que cubría el
patio del mundo.
Otras, siguiendo la indicación del viento se metían en los
patios vecinos.
Estaban, además, aquellas que sobrevolaban los techos de las
casas, mientras otras hacían poso de emergencia sobre los techos de las casas o
de la terminal de ómnibus.
La efímera burbuja no es consciente de que en aquel breve
instante en el patio, generó en los niños gritos de euforia, alegría contenida
que pudo salir, llanto cambiado por sonrisa…felicidad.
“¿De dónde viene?” Pregunta uno de ellos.
(los niños son científicos por naturaleza, porque son curiosos. Los adultos, en su gran mayoría, por su naturaleza adulta, matan esa característica curiosa en los niños).
“¿De dónde viene?” Pregunta uno de ellos.
Intercambiaron miradas, buscaron en sentido horizontal, miraron
hacia arriba…
El "burbujero" invisible permaneció invisible por un breve
momento…
… Observándolos desde el techo del Cole, recordé algo de mi amigo Rubem Alves:
“La felicidad es discreta, silenciosa y frágil como una burbujita
de jabón. Se va muy rápido, pero siempre es posible soplar otras”.
Ozeias Bitencourt
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