AUTISMO: (parte 2) INTERVENCIÓN
PRECOZ. EL CAMBIO EMPIEZA EN CASA.
“La niña nunca se desarrolló
como las demás. Desde muy pequeñita ella no miraba directamente a los ojos, no
atendía por su nombre, no seguía movimientos, hasta que un día fui llamada en
la escuela con la noticia de que ella no realizaba ninguna actividad. Yo no
tenía idea de que era autismo. Fui a diferentes médicos, de quienes oí que ella
necesitaría operar al cerebro. Fueron dos meses de peregrinación hasta llegar
al diagnóstico”, cuenta Andrea Ribero, madre de Nina, 6 años.
INTERVENCIÓN PRECOZ
Aunque mucho se haya avanzado,
las causas del TEA siguen siendo un enorme misterio para la medicina. No se
sabe, por ejemplo, por qué el autismo es de tres a cuatro veces más frecuente
en niños que en niñas y por qué una en cada 88 nacidos, aproximadamente, va
desarrollar la condición.
Lo que sí se sabe es que el
autismo es un trastorno complejo – algunos sufren epilepsia, otros, elevado CI,
mientras muchos otros pueden presentar bajo CI – con diferentes genes según
cada caso.
“Hasta dos años pasados, se
suponía que factores genéticos serían responsables por el 90% de las causas de
la enfermedad.
Estudios recientes demostraron
que el factor genético logra explicar solo el 50% de la probabilidad de un niño
desarrollar el trastorno. De cualquier modo, el historial familiar es muy
importante”, dice Guillerme Polanczyk, profesor de psiquiatría de la infancia y
adolescencia de la USP.
Es decir que, gemelos
idénticos poseen mayor probabilidad de desarrollar el trastorno, mientras el riesgo
de padres cuyo hijo es TEA nacer otro hijo con el mismo problema son diez veces
mayor en probabilidad que padres sin hijos con TEA.
Factores ambientales también
cumplen su papel. “Es probable que más de un factor esté presente en el aumento
del riesgo para el TEA, entre ellos, bajo peso al nacer, prematuridad y edad
avanzada del padre – por mutaciones que pueden ocurrir en los espermatozoides”,
explica el doctor Jair Mari.
La buena noticia es que
diversos estudios comprobaron que, cuanto más temprano se haga el diagnóstico y
más precozmente se empiece el tratamiento, mayores posibilidades el niño tendrá
de lograr comunicarse y se relacionar con el mundo que le rodea.
“Existe lo que se llama
ventana de oportunidad para la intervención, un momento en que actuar aumenta
enormemente las chances de éxito, debido al propio momento de desarrollo del
cerebro”, afirma la profesora Helena Brentani.
Conforme Jair Mari,
el objetivo de las investigaciones actuales es tentar evaluar, lo más temprano
posible, cuánto estos niños se distancian del desarrollo normal, para mapear
como eso va afectar su adaptación social y, así, buscar maneras de reconstruirlas.
Uno de los modos más
promisores para el diagnóstico ya en los primeros meses de vida es un aparato
llamado eye-tracking. “Como los niños con TEA no logran mantener el contacto
visual, el eye-tracking, hace el rastreo del movimiento de los ojos cuando el
niño, por ejemplo, asiste a un dibujo o película, podrá ser, en el futuro, una
poderosa herramienta para el diagnóstico precoz”, declara el profesor Guillerme
Polanczyk.
EL CAMBIO EMPIEZA EN
CASA
Actualmente, hay
cuatro o cinco tipos de intervención que viene mostrando buenos resultados. “Son
modelos cuyas evidencias ayudan a dar soporte, entre ellos el análisis
comportamental aplicada (ABA, de la sigla en inglés), los modelos conductistas,
la intervención híbrida, que mezcla características de los dos primeros y el TEACCH,
aplicado por la Universidad de la Carolina del Norte, en los Estados Unidos”,
cuenta Fred Wolkmar, del Centro de Estudios del Niño de la Universidad Yale y
editor jefe del Journal of Autism and Developmental Disorders.
La forma de
tratamiento más usada en Brasil es el ABA. “La idea por detrás del ABA es
transformar comportamientos que en el autista son estereotipados en
comportamientos que sean funcionales, es decir, que permitan al niño “funcionar”
en el mundo que la rodea”, explica Antonio Celso Goyos, del Laboratorio de Aprendizaje
Humana Multimídia Interactiva y Enseñanza Informatizada (Lahmiei) del
Departamento de psicología de la Universidad Federal de San Carlos.
Llamar a la
existencia un niño en un mundo basado en el lenguaje verbal y en las relaciones
sociales no es tarea fácil y depende en mucho, de los padres. “Muchas veces son
los propios adultos que, por miedo, ponen barreras al desarrollo del niño”, es
lo que considera la pedagoga Andréia de Fátima Silva, colaboradora del Programa
de Trastornos del Espectro Autista del Instituto de Psiquiatría del Hospital de
Clínicas de la USP (Protea).
Así, parte del
tratamiento comienza en casa. Con la debida orientación y entrenamiento, los
padres pueden (y deben) trabajar para establecer una correspondencia con el
niño, aunque ella no esté interactuando con ellos plenamente.
El hecho de un niño
ser diagnoticado TEA no significa, necesariamente, que ella no pueda
desarrollar talentos. “No da para saber cómo será el futuro de nuestros hijos. Todos
tenemos fortalezas y debilidades. El niño con TEA solo necesita trabajar más
sus debilidades”, declara Helena Brentani.
Como dijo una ocasión
Temple Grandin, portadores de TEA tienen una perspectiva diferente del mundo. Piensan
y encaran el mundo de modo diferente. Pero el mundo necesita todos los tipos de
mente.
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