Hoy entre actividades en el Cole, al
salir a la calle, conocí a un señor con aproximadamente 60 años de edad.
Maneja un camión doble eje. Enorme camión! Grande el señor también.
Crucé la calle para preguntarle qué pretendía hacer con toda la tierra y escombro.
Le comenté que sería muy útil para pavimentar el camino de acceso a la casa de un amigo.
Prontamente asintió. Subí al camión y rumbamos al campo.
Mientras íbamos, conversábamos.
Maneja su camión 10 o 12 horas todos los días, siempre y cuando haya trabajo.
La palabra trabajo estaba siempre presente durante el diálogo.
Entre muchas cosas, habló de que en este
momento está en pleno tratamiento de quimioterapia debido al cáncer en el
hígado. Pero no deja de trabajar porque "es mejor que quedar en casa
dándose manija a la cabeza" (risas).
Además, dijo: "me encanta trabajar y poder hablar con la gente. El trabajo es mi terapia".
Cultivo de la esperanza, agregué. El que trabaja cultiva la esperanza. Tal como cuando los niños en el Cole siembran una pequeña semilla. Lo que sigue es el trabajo diario del cultivo, regar, esperar, cuidar, amar.
Educarse en la paciencia es algo fundamental en tiempos de poca tolerancia al dolor y a la frustración.
La filosofía toma prestado un concepto nacido en la Física Moderna: RESILIENCIA. La Física utiliza ese término para referirse a la RESISTENCIA de ciertos materiales al impacto y a la deformación.
Para el ser humano es cualidad de vida.
Así es como uno va aprendiendo que la resiliencia es un proceso que empieza con pequeñas cosas, pequeños hábitos generados en la niñez.
En tratándose de entes autónomos, vivir así es decisión personal. "El ladrón de tu libre albedrío no existe" decía Epícteto.
Conforme el Evangelio de Jesús, aprender a ser fuerte (aunque sintiéndose débil) es aprender a extraer fuerzas de la debilidad. Es un acto de fe, movido por la esperanza, sostenido todo el tiempo por el amor.
Ozeias Bitencourt
Florida, Uruguay
Tarde calurosa del miércoles 22 de febrero.
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