Vengo a contarles una corta historia que sucedió con uno de mis escritores favoritos.
¿Qué
es pensar?, pregunta la niña a Rubem Alves.
Contando que esa pregunta había sido formulada por el profesor de filosofía para todo el grupo.
Ante tal situación, el padre
felicitó al educador. Primero, por haber ido directamente a la cuestión
esencial. Segundo, porque tuvo la sabiduría de hacer la pregunta sin dar la
respuesta. Porque si hubiese dado la respuesta, con ella habría acortado la las
alas del pensamiento.
El
pensamiento es como el águila que solo alza vuelo en los espacios vacíos del
desconocido. Pensar es volar sobre lo que todavía no se sabe. No existe tarea
más fatal para el pensamiento que la enseñanza de las respuestas correctas.
Para
eso deberían existir las escuelas: no para enseñar las respuestas, sino para
enseñar las preguntas. Las respuestas nos permiten andar sobre tierra firme. Por
otro lado, solamente las preguntas nos permiten entrar al mar del desconocido.
Sin
embargo, no podemos vivir sin las respuestas. Las alas para el impulso inicial
del vuelo, dependen de los pies apoyados en tierra firme. Los pájaros, antes de
volar, aprenden apoyarse sobre sus pies. También los niños, antes de aprender a
volar necesitan aprender caminar sobre la tierra firme.
Tierra firme: las miles de
preguntas para las cuales las generaciones pasadas ya descubrieron las
respuestas. El primer momento de la educación es la transmisión de ese saber. En
las palabras de Roland Barthes: “Existe un momento que se enseña lo que se sabe…”
Lo curioso es que este aprendizaje es justamente para nos ahorrar de la
necesidad de pensar.
(este relato aun no acaba).
Cariños!
Ozeias Bitencourt
(este relato aun no acaba).
Cariños!
Ozeias Bitencourt
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