“¿Los
bichos van al cielo?”
Anoche estaba leyendo en voz alta, para disfrute mío
y de Kayse, cuando este maravilloso texto de Ruben Alves me trasportó a un
momento de la infancia. Así que me tomé la libertad de traducirlo para
compartir con ustedes.
En aquel entonces, vivíamos en un C.T.G. (Centro de
Tradición Gaucha) en el interior del Rio Grande del Sur. En este mismo lugar
estaba una escuela rural de madera, color celeste, con un precioso jardín, cuidado
por papá y mamá. En esta época del año el jardín nos brindaba el espectáculo de
vida y colores variados.
Tuve una infancia al estilo arca de Noé – con muchos
animales – gallinas, patos, pavos, tortuga, corderos… casi todos recibían
nombre, hasta Pelé, un cerdito que dormía adentro de los zapatos de papá.
Anoche, recordé un día en que estaba observando a un
pájaro, cuando mi mente fue inundada por una pregunta: ¿los animales irán al
cielo? Mi intuición de niño me guiaba a la respuesta…pero, mejor los dejo ahora
con Ruben Alves…
“¿Los
bichos van al cielo?
Tengo un amigo que es pastor de una comunidad
protestante. Por favor, no confundir “protestante” con “evangélico”… Me contó
acerca de una señora anciana solitaria que tenía como único amigo a un perrito.
Ella lo procuró afligida. Había en el libro de Apocalipsis capítulo 22,
versículo 15, “pero afuera se
quedarán los perros, los hechiceros, los impuros, los asesinos, los idólatras…”.
Que los impuros, los asesinos, los idólatras no
entren en el cielo está muy correcto. “Pero, reverendo”, decía ella, “mi
perrito…la Biblia está diciendo que mi perrito no va entrar en el cielo…pero,
yo amo a mi perrito. Mi perito me ama... ¿qué será de mí sin mi perrito?”
Entonces pregunto a los señores, teólogos,
estudiosos de los misterios divinos: ¿existe, en el cielo, un lugar para los
perritos?
Conozco cuál será su respuesta.
“En el cielo no hay lugar para cachorritos porque
los perros no poseen alma. Solamente los humanos la tienen.” Creo que,
teológicamente, según la tradición, los señores está en lo cierto. En los
innúmeros cuadros que los artistas pintaron la bienaventuranza celestial, por
más que buscase, nunca encontré animal algún.
Aves, respecto a las cuales San Francisco predicó
(¿Por qué predicarles, si ellas no tienen alma?), peces, símbolos de
Jesucristo, vacas, burros y ovejas, que adoraran al Niño Jesús en el pesebre,
todos ellos serán reducidos a la nada.
No resucitarán en el último día. El cielo será un
mundo de almas desencarnadas. No habrá besos ni abrazos. Falta a las almas la
materialidad necesaria para besos y abrazos.
¿Ustedes ya observaron que en el Credo Apostólico
el “alma” ni siquiera es mencionada?
Allá se habla en “resurrección de la carne”. La carne
está destinada a la eternidad. La carne es el más elevado deseo de Dios. Tanto es
así que Él se tornó carne, encarnó. La esperanza es la vuelta al Paraíso, donde
había bichos de todos los tipos. Si Dios los creó es porque Dios los deseaba y
desea.
Un cielo vacío de animales es un cielo de un Dios
que fracasó. Al final, Él no logra traer de nuevo a la vida aquello que creó en
el principio.
No, hereje que soy, diré a la ancianita:
“Quédese tranquila. El perrito estará eternamente
a su lado…no solo su perro como también gato, jirafas, monos, peces, tucanes,
patos, gansos…
A Dios le gusta los bichos. Los bichos lo alaban
mejor que los humanos. Si a Él le gustaran los bichos ellos serán resucitados
en el último día…”.
Cariños!
Ozeias Bitencourt
Florida|primavera|2015
Ps.: En la foto, nuestro perrito Loki. Setiembre de este año hizo 1 año que está con nosotros. Estaba perdido en la calle, pero él nos encontró.