¡SAWABONA! ¿Usted practica?
Increíble como existen culturas con buenos hábitos,
prácticas incorporadas a la forma de coexistir con el otro, cuya cultura
expresa sabiduría esencial para vivir desarrollando lo mejor de cada uno..
Es el caso de un grupo étnico en África que tiene una
costumbre muy hermosa.
Cuando alguien hace algo perjudicial, errado, ellos lo
llevan para el centro de la aldea, entonces es rodeado por toda la tribu.
Según leí, durante dos días los miembros de esa tribu le
dirán a la persona todo lo bueno que ha hecho.
Ellos creen que todo ser humano viene al mundo como un ser
bueno. Con cada uno de nosotros ya viene el deseo de seguridad, el amor, la
paz, la felicidad. Pero a veces, en la búsqueda de estas cosas, la gente comete
errores.
La comunidad percibe el acto perjudicial como un grito de
ayuda. Por lo tanto se unen luego a levantar la persona para volver a
conectarla con su verdadera naturaleza, para recordarle quién es en realidad. Es
decir, hasta que es plenamente consciente de la verdad de la que había sido
desconectado a causa de su mala acción, temporalmente.
Sawabona es la palabra clave, es un saludo usado en Sudáfrica,
significa: “Te respeto, te valoro. Tú eres importante para mí”.
En respuesta la persona que agravió, contesta: “Shikoba” que
significa “entonces yo existo para ti”.
Mientras escribía, pensé sobre:
- El rol de los padres, los maestros, los profesores o cualquier persona que ejerza la función de educador debería ser como la memoria de ese pueblo, es decir, reforzando lo bueno que el alumno es, hace o en lo que es bueno haciendo para volver conectarlo con su yo esencial. De tal modo que esa memoria colectiva refuerza lo mejor de cada uno.
- Una memoria que funciona con un verbo en el gerundio, puesto que es más necesario la fluidez en la relaciones que los rituales. ¿A veces no tienen la impresión de que el carnet ejerce una funcionalidad ritualística?
- Familias cuyos miembros pasan toda una vida sin decirse palabras de afectos saludables, sin perdonarse o recibir perdón, perdiendo la oportunidad de generar fortalezas para los enfrentamientos realmente necesarios en la vida. En muchos casos, ante la muerte o enfermedad perciben que dejaron de desarrollar la capacidad de relisiencia necesarios para permanecer unidos ante las tragedias que suelen pasarle a cualquier ser humano sobre el Planeta.
- La obviedad olvidada, a veces simplemente ignorada, de que el “nosotros” sólo existe ante el encuentro de muchos “yo”, esencialmente hablando, en la singularidad del encuentro humano. No hay que banalizar la vida del otro, sino generar un esfuerzo mutuo por la coexistencia, la existencia con el otro.
- Tampoco confundir lo que estoy diciendo con maquillamento, hipocresía en las relaciones, sino más bien como enseñó Jesús, darle al otro la misma forma de tratamiento que me gustaría recibir (aunque la mayoría de nosotros desconozcamos lo que realmente es necesario para vivir, pero el con-vivir tiene pautas muy sencillas, básicas).
- Cuando tenía nueve años de edad, un día en que mi padre me estaba enseñando como condimentar porotos le hice una de las preguntas más importantes que pueda haber hecho durante la niñez, le pregunté: “¿Papá, por qué nos amas?” Yo tenía conocimiento de las cosas duras que él había vivido. En la niñez mi padre perdió su madre (lo cual no necesariamente signifique una tragedia cuando encuentras la figura de padre o madre en otra persona que te da el amor y cuidado necesarios). La cosa es que él fue dado en “adopción” a la hermana mayor cuyo cuñado pasó a pegarle con palos, mango de hacha e incrustarle la existencia con señas negativas, amargas, duras, muy difíciles. En el año de 1974 le pasó un tren por sobre su cuerpo, dejándolo casi muerto (en otro momento les cuento con más detalle un poco de esa historia). Pero ante la pregunta, mi pregunta “¿Papá, por qué nos amas?”. Él contestó: ¿Habría otra forma de que ustedes se hicieran fuertes para la vida o de qué otro modo yo les ayudaría más? La contestación de mi padre creó un mundo de posibilidades para el bien en mí.
¡Sawabona! para todos ustedes: “Te respeto, te valoro. Tú eres importante para mí”.
Ozeias B.